Formato: fotografías 6036×4020 px.
Codirección colectiva: Luna Grandón, Anastasia Benavente y Vedette
Investigación y texto: Luna Grandón @lunagrandon
Dirección de arte, utilería y vestuario: Vedette @soyvedette
Performance: Anastasia Benavente @anastasiabenavente (Condesa Sangrienta) y Luna Grandón (Alejandra Pizarnik)
Producción general: Joaquín Catalán @joaquin_tintin
Fotografía fija digital: Ellie Noctis @ellienoctis
Fotografía análoga: Sol Alonso @___solcha___
Registro audiovisual y reel: Sol Alonso @___solcha___
Asistente de dirección en terreno: Andrea de la Horra @andreadelahorrasastre
Maquillaje y peinado: Catalina Corazón de León
CUMPLEAÑOS DE ALEJANDRA PIZARNIK
Buenos Aires, 29 de abril de 2023
Texto de investigación por Luna Grandón
En el que hubiera sido su 87avo cumpleaños, Alejandra Pizarnik se permite ser vista en el reino de la muerte junto a una de sus obsesiones literarias: la condesa húngara Erzsébet Báthory, más conocida como La Condesa Sangrienta, por su sádico modo de secuestrar, violar y torturar a más de 600 jóvenes doncellas dentro de su castillo.
A los pies de la tumba de Pizarnik, la condesa y la poeta celebran su cumpleaños, en un encuentro íntimo entre dos personas atravesadas por las pulsiones abyectas que se abren entre el delgado hilo poroso que une la vida y sus excesos con la muerte. A través de las acciones de (I) Celebración, (II) Poesía y (III) Beso, las personas vivas pueden inmiscuirse en el reino atemporal de la muerte, atravesado por el imaginario pizarnikiano que orbitaba entre imágenes de El Bosco, cajitas musicales, poemas, cigarros y desorden.
¿Por qué una performance entre Pizarnik y la Condesa Sangrienta?
En 1962 la escritora y artista surrealista Valentine Penrose publicó un poema en prosa basado en la recopilación documental de un personaje sórdido y aterrador: la condesa Erzsébet Báthory (1560-1614), cuya obsesión por torturar a jovencitas para bañarse con su sangre le valió la fama de Condesa Sangrienta. Como personaje histórico, se han documentado los brutales mecanismos de tortura que utilizaba en el sótano de su castillo para obtener la sangre con la cual pretendía alcanzar la juventud eterna, cuestión que además le reportaba placer y goce sexual. Tras encontrarse con este texto de Penrose, Alejandra Pizarnik decide hacer una reescritura sobre la sórdida condesa, a través de la cual despliega un modo de escritura ensayística, que rompe con el estilo de sus textos poemáticos, caracterizados por la concisión y pulcritud. En esta versión, Pizarnik se permite desplegar un análisis profundo sobre los límites de la libertad humana, diagramando una suerte de triángulo entre la melancolía, la muerte y la sexualidad.
La poeta —¿o debiéramos ya nombrarla como filósofa?— comprende a la melancolía como un mal del siglo XVI, entendiéndola como una inercia, cuya aniquilación implicaría la muerte de la misma persona que la intenta aniquilar, dado que la melancolía no sería más que un espejo de la mismidad. Así, a partir de la figura de la condesa sangrienta, Pizarnik analiza cómo, arrojades a la condición de absoluta libertad, lxs seres humanos utilizamos “remedios fugitivos” para aplacar la melancolía, y así, no aniquilarnos a nosotres mismes. Dentro de estos remedios fugitivos se encontraría el placer sexual, el que a su juicio:
“…por un breve tiempo pueden borrar la silenciosa galería de ecos y espejos que es el alma melancólica. Y más aún: hasta pueden iluminar ese recinto enlutado y transformarlo en una suerte de cajita musical con figuras de vivos y alegres colores que danzan y cantan silenciosamente” (Pizarnik, La Condesa Sangrienta, p.34).
Conocida por su profunda melancolía existencial, pareciera ser que Alejandra encuentra en la condesa Báthory ecos de sí misma y de sus propios remedios fugitivos, que incluían el consumo desmedido de anfetaminas, alcohol, vivir de noche y el despliegue de su propia —y poco conocida— bi-sexualidad. Bajo la primera capa de sordidez y brutalidad, Pizarnik entrevé en la condesa una figura de identificación, a propósito de la relación triangular entre melancolía, muerte y placer sexual. Hasta no concretar su propia muerte elegida en un suicidio con fármacos a los 36 años, dicha pulsión de aniquilar la melancolía se expresaba en un modo de vivir atravesado por los remedios fugitivos ya señalados, como mecanismos de soporte a su propia existencia. Volviendo al párrafo citado, para Pizarnik el placer sexual tiene la potencia de transformar al “luto propio de la melancolía en una cajita musical llena de colores”, cuestión que podríamos pensar como un modo de retorno hacia la infancia, pulsión y tópico literario esencial a lo largo de su obra. Así, el sexo es un remedio provisorio ante la muerte, una anestesia temporal para el deseo de aniquilar la melancolía que existe en el Yo.
Quizá, Pizarnik hizo del sexo uno de sus salvavidas claves, una antesala de aquella muerte que concibió como una “Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere” (Pizarnik, La Condesa…, p.20), tal como la Condesa Báthory; que en su obsesivo afán de no envejecer, tomaba para sí el poder de abusar y matar, para ella misma no morir. Entonces, si la Muerte no muere, pero posee el poder de matar: “¿cómo ha de morir la muerte?” (Pizarnik, La Condesa…,p.20), se preguntaba Alejandra Pizarnik, ubicando algún grado de similitud entre sí misma y la Condesa, en su disímil modo de afrontar la certeza de la única condición vital que tenemos: la muerte.
Con todo esto de base, la foto-performance que aquí presentamos busca ubicar a Alejandra Pizarnik como pensadora, que usó mayoritariamente la poesía para reflexionar sobre la hondura de la existencia humana. A través de un homenaje que juega con lo kitsch y lo satírico, destacamos estratos poco conocidos de Pizarnik, como lo son su bisexualidad y su soltería[1], cuestión profundamente rupturista, en el marco de una familia judía exiliada de la guerra en Europa. Además, otro aspecto que buscamos relevar son los tópicos que sus llamados “textos de sombra” nos permiten conocer: Los poseídos entre lilas (1969); La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa[2] (1970?/1982) y La Condesa Sangrienta (1971) (Negroni). Los dos primeros textos se caracterizan por una escritura atravesada por el humor y la explicitación de lo obsceno, con un lenguaje considerado “soez”, lleno de referencias a órganos sexuales, que de todos modos, no dejan de anudar el binomio sexo-muerte. Finalmente, La Condesa Sangrienta, por tratarse de un texto de tipo ensayístico, es clave para sacar a Pizarnik del sitio cliché en que se le ha ubicado como poeta suicida, como mito, para pensarla como filósofa, como pensadora de la existencia, su sinsentido y sus dolores.
Por todo esto, hemos tomado este último texto como eje para jugar —tal como lo hizo Pizarnik con el lenguaje— con el tabú que es la muerte, las prácticas contrasexuales, los amores no heterosexuales y con esa idea patriarcal de que la poesía no es filosofía.
Desde el mundo de la gente supuestamente viva, te deseamos con mucho amor un feliz cumpleaños, Alejandra Pizarnik.
Referencias
Negroni, María. El testigo lúcido: la obra de sombra de Alejandra Pizarnik. Entropía, 2017.
Piña, Cristina y Patricia Venti. Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito. Lumen, 2021.
Pizarnik, Alejandra. La Condesa Sangrienta. Libros del zorro rojo, 2022. Ilustrado por Santiago Caruso.
[1] Su estado civil resulta particularmente relevante, pues en la cultura judía, una soltera no tiene lugar para ser enterrada: Alejandra Pizarnik está enterrada junto a su padre, cuestión sumamente rara y atípica, pues sólo se entierran juntas a las parejas casadas, en ningún caso a un padre y una hija, y menos a una hija soltera.
[2] Este texto fue publicado de manera póstuma, pero se presume que fue escrito alrededor de 1970.

Luna Grandón
Luna Grandón Valenzuela. Nacida en Santiago de Chile un jueves de 1991. De profesión terapeuta ocupacional, se ha dedicado a la docencia universitaria y a la investigación. Posee un magíster en estudios de género y cultura por la Universidad de Chile, y actualmente cursa el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la misma universidad, con una tesis sobre las pedagogías del género que operaron en revistas culturales dirigidas a mujeres durante el siglo XIX en Chile y Argentina. Además, investiga problemáticas asociadas a la feminización del cuidado, la precarización neoliberal de la vida, y la escritura de mujeres poetas del siglo XX. Sus pulsiones creadoras se han expresado en la escritura, la danza y la fotografía, siempre interesada en el cruce entre cuerpo, historia y política. Colabora en Registro Contracultural en registro audiovisual e investigación.

Anastasia María Benavente
Licenciada en Literatura y Lingüística Hispánica, con mención en Literatura, titulada en la Universidad de Chile. Licenciada en Educación, Profesora de Lengua Castellana y Comunicación, Magíster en Pedagogía Universitaria, titulada en la Universidad Mayor, Magíster © en Estudios de Género y Cultura de la Universidad de Chile. Actualmente trabaja como asesora técnica de la RedLacTrans, una organización que lucha por los derechos humanos de las personas trans en Latinoamérica y el Caribe, prestando apoyo a la corporación Amanda Jofré. Performista parte de varios colectivos de creación y disidencia sexual, como “Fuerza Travesti” que acompañaba las performance de la fallecida “Hija de Perra”, en su lucha contra la heteronormatividad, también “Locas, Putas y Brillantes” con la obra Travesía Travesti. Hoy se encuentra cursando el doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos, especializándose en estudios de performance. (Fotografía por Pablo Fattori)
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