Si yo pertenezco a la patria, lo patrio, ¿me pertenece? / Texto por Eli Neira

Elizabeth Neira en el Museo Salvador Allende, Santiago, Chile, 2009.

“Si yo pertenezco a la patria, lo patrio, ¿me pertenece?”

Con respecto a una serie de acciones donde utilizo el ícono de la bandera de Chile:

La primera pregunta que se me viene a la mente es:

“Si yo pertenezco a la patria, lo patrio, ¿me pertenece?

Ante esta disyuntiva se aparecen en el horizonte lógico dos opciones:

A) Lo patrio me pertenece como yo pertenezco a lo patrio: hablamos aquí de una relación dialógica. Es decir, estamos hablando de una dualidad, de una relación correspondiente, horizontal, democrática y moderna (en la medida que me afirmo como sujeto de derecho con deberes y garantías en el marco de un orden republicano).

B) Lo patrio no me pertenece, pese a que yo pertenezco a lo patrio. En este caso, estaríamos hablando de una relación jerárquica, excluyente, no moderna, no democrática, sino monárquica. Es decir, estaríamos hablando de una ciudadanía sin derechos, sino sólo con obligaciones. Es decir, algo muy parecido a un tipo de totalitarismo, en la medida que no existiría correspondencia.

Caso A: Yo pertenezco a la patria como lo patrio me pertenece, por lo tanto soy sujeto de derecho como de obligaciones. Si me instalo en este escenario, que es ciertamente el preferible, el signo, todo signo, es factible de transformación en la esfera de mi subjetividad, en la esfera de mi ensoñación, en la esfera de la metáfora y del arte.

Desde otra óptica, si yo desde mi más tierna infancia fui influida por lo patrio, como parte de los programas de estudio, de la comunicación mediática y sentimental, entonces “lo patrio” forma parte digámoslo así de mi ADN cognitivo. Ahora bien, como sujeto dotado de consciencia puedo manipular, tensionar y cuestionar finalmente estos paradigmas en pro de la dinámica del pensamiento, utilizando, por ejemplo, para ello los signos en los que descansa “lo patrio”: banderas, himnos, escudos.

Si como sujeto yo me hago cargo de esta manipulación sucede el hecho paradójico que, en ese ejercicio, reafirmo lo patrio. En la medida que lo cuestiono, que lo reconstruyo y construyo, yo, me lo apropio, y al apropiármelo lo re-conozco, desde un lugar superior, un lugar reflexivo, no pasivo.

Entonces, lo patrio y yo somos uno y dos correspondientes e inter actuantes. El todo está en las partes.

¿Cuándo se “corrompe” o se “pudre” lo patrio o cualquier otra idea significativa? Tanto en la esfera biológica como en la esfera social, algo muere cuando carece de movimiento.

Lo patrio entonces estaría en peligro de muerte cuando se solidifica, cuando se congela, cuando deja de estar en el imaginario de la gente, que lo puede utilizar como elemento cohesionador (por ejemplo, en el pasado terremoto donde vimos el ícono de la bandera usado espontánea y reiterativas veces para reafirmar un Estado nación en situación crítica). O como elemento disociador, como ocurre en las protestas de la nación mapuche que suele usar la bandera como elemento de crisis, poniéndola al revés o quemándola.

En cualquiera de los dos casos “lo patrio” es el centro del problema.

Creo muy sinceramente que uno de los pocos derechos que nos va quedando, en el marco de las democracias neoliberales, es justamente el de usar nuestra libertad no sólo para comprar o para endeudarnos, sino para cuestionar y tensionar, manipular, redefinir conceptos con los que se nos hizo crecer y que forman parte ineludible de nuestro imaginario, de nuestro hacer social y de nuestro registro sentimental. Pocas cosas nos ha dado la globalización, más que ésta, la cada vez más creciente tendencia a la reivindicación de nuestros derechos a la intervención en la realidad, como sujetos activos, como sujetos de comunicación, como sujetos de re-construcción de lo patrio y de lo colectivo.

Es en esta línea de pensamiento que esta obra se instala. Para edificar algo nuevo hay que botar lo que había antes, para que nazca lo nuevo debe morir lo antiguo. Si queremos reconstruir Chile debemos repensarnos, re instalarnos, re nombrarnos, re hacernos, desde lo colectivo–individual, con otra lógica, sin miedos antiguos, apostando a una nueva república, más reflexiva, más colectiva, más democrática, más republicana, más libre, más solidaria y más participativa.

Es en este marco que mi reflexión se instala.

 

Elizabeth Neira

Trabajos de la autora en:

https://vimeo.com/user7469997

http://elizabethneira.blogspot.cl

http://videoselineira.blogspot.cl

contacto: elizabeth.neira@gmail.com

Eli Neira

Elizabeth Neira (1973, Santiago, Chile.), es licenciada en comunicación social, escritora, artista de performance y productora. Desde el año 2000 ha desarrollado un trabajo transdisciplinario donde fusiona la literatura, el arte de acción, el activismo, la música, el video y la producción de arte independiente. Con esta propuesta ha participado en festivales de poesía y performance en Chile y el extranjero. Su literatura ha sido publicada en numerosas revistas y antologías de habla hispana. Entre otros, ha publicado los libros “Abyecta” (2003), “El soliloquio de la Reyna” (2004), “La Flor” (2014), “Hago el amor conmigo misma” poesía seleccionada (2017) y el libro de ensayos “Hocicona” (2017). Ha realizado talleres de poesía y de arte de acción en varios países de América Latina. También ha organizado encuentros de poesía y performance como productora de arte independiente y desde el 2016 coordina el proyecto CasAcción en Valparaiso Chile.

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