MADRE / Dimarco Carrasco

Performance por Dimarco Carrasco

Performers:  Rayén Gabrielle y Dimarco Carrasco

Nombre:  MADRE

Fecha:  12 de mayo  del 2019, día de la madre.

Locación: Cerro San Cristóbal, Chile.

Video: 1920×1080 pixeles, MP4.   

Registro: Andrés Valenzuela y Dinko Covacevich

Montaje: Andrés Valenzuela

Descripción por Dimarco Carrasco:

La Familia moderna contiene, en germen, no solo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre. Karl Marx 

Mi madre siempre me dijo, ¿De qué vale vivir en una hermosa casa, llena de cosas, si no tienes amor, se ha perdido el respeto y se ha llegado a los golpes? 

Siempre resulta difícil hablar en primera persona, y que paradójico, porque aquí tampoco hablare de mí, sin embargo, no es si no, un rotunda herida que se aloja entre el primer vínculo con el ser, que el resto de nuestras vidas llamaremos madre, persona que nos engendra de manera planificada, a veces no tanto, o en el peor de los casos por una violación. Somos hijos de un territorio lleno de fracturas, acuartelados en una larga franja de tierra y que por momentos llamamos madre, la invasión de los españoles conformo las naciónes en Latinoamérica a base de mentiras y violaciones, algo así como un gran matrimonio monógamo y heterosexual, las divisiones en los roles de género se fijaron y el ritual amoroso marco tendencia en las relaciones de poder, trazando una distribución social desigual en la vida de las mujeres, y así afectando con fuertes implicancias sus vidas, coartadas por una nueva base fundamental de la sociedad, la familia patriarcal, representada en la Madre (Iglesia católica) y el padre (el Estado) (Gabriel Salazar. 2012).

Familias que a comienzos del siglo xx, fueron marcadas por un antes y un después desde el mestizaje hasta la cuestión social viéndose reflejada en madres solteras e hijos huachos según aseveró Sonia Montecinos,  liberando a los hombres de responsabilidades afectivas y materiales, desfamiliarizados en los hogares proletarios, según afirma la escritora y critica Lina Meruane (2014), tendencia que se prolongara por todo el siglo XX, traída desde la colonización cultural que instauro figuraciones de la sumisión de la mujer, llevando a naturalizar el abandono del hogar, el desapego o responsabilidad compartida de los hijos por parte de los hombres y el maltrato intrafamiliar, transformando a las mujeres en víctimas y mártires de una sociedad machista que avala dicha violencia, como escencialización de la maternidad, naturalizada por la iglesia 

“Las pinturas religiosas de la crucifixión nos entregan una María erguida apurando el cáliz del sufrimiento al pie de la cruz. Esta mujer fuerte es el ejemplo de tantas otras que cargadas de hijos y dolores, cargan también la cruz del pueblo pobre y le ayudan a caminar” (Del Padro en Montecinos , 1991 :28).

Mi madre y muchas madres crecieron bajo las ideas de la iglesia católica, el matrimonio y una familia constituida como único norte y destino de la vida, dejando sus existencias en segundo plano, por un destino único e inalienable. Muchas de las infancias de amigas y compañeros fueron marcadas por la violencia intrafamiliar que se callaba en los vecindarios populares de nuestro país, eso me llevo a recordar las biografías que escuché de las mujeres que acompañaron mi infancia, con historias de matrimonios no deseados, casadas a la fuerza, otras que se casaban para salir de sus hogares, entre otros relatos que abrían en mi mente una concepción diferente sobre  el matrimonio como una realidad diferente para todas las mujeres, dependiendo de su condición de raza o clase. Para muchas madres, los hijos se transformaron en una pesada carga, como algo que el pensamiento heterosexual y amoroso les obliga a arrastrar, manteniendo relaciones toxicas y opresivas en pro de un bien común en la familia, tal vez no para todas, pero para muchas mujeres el matrimonio ha sido un sostén difícil de llevar, específicamente para las mujeres con maridos proletariados del norte del país, donde se difundió el modelo machista que reinaba en Europa, detentando cierto poder sobre las mujeres  desde comienzos del siglo XX. 

La primera acción que me llevo a pensar en mi cuerpo biográfico relacionado con la vivencia de las mujeres, fue la realizada en 2019. Abordaba el matrimonio desde una mirada feminista en torno a las exigencias matrimoniales dentro de las demandas sociales de la diversidad sexual, afirmando que “Hoy por hoy, las banderitas multicolores levantan un nuevo arado, tratando de incluir en su caja social, el matrimonio igualitario, bajo la anestesia irreflexiva y poco feminista, sobre lo que ello pesa. ¿Habrán pensado que significa el matrimonio realmente?, ¿Tomarán conciencia de sus desventajas y violencias?, (…) quizás sería más sano cuestionar la institución del matrimonio más que incluir nuevos cuerpos a sus rejas de mal amor” (Texto que escribí para la performances Amor una locura temporal, 2018). Hay que recordar en 1997 distintas iniciativas se propusieron para abrir el debate sobre la ley de divorcio, y que este tardó años en ser regulado, hasta el 2004 bajo la nueva ley de matrimonio civil. Y muchas de nuestras madres solo optaban a la nulidad o separación del hogar de los cónyuges, pero estos seguían estando casados, y por antonomasia, el hombre detentaba un poder económico sobre la mujer, donde la base fundamental de este es vaciada en la propiedad privada de las partes, centrando su eje fundamental en la obtención material de los recursos, y en definitiva, poniendo en un lugar de subordinación a la madre-ama de casa que de acuerdo a este sistema no recibe remuneración, pues es sostenida por los ingresos de su conyugue, transformando el contrato matrimonial en uno de los contratos laborales más precarizados, bajo la premisa de la familia monogámica donde la mujer no debía hacer nada más que cuidar a sus hijos. Es así como la familia fue tomada como célula fundamental, poniendo como supremacía la dominación masculina relacionada a la producción, relegando a la mujer a la reproducción como sentido único, e instalando a la mujer en el lugar de posesión y no como personas con partes iguales, base fundamental para mirar el corte patriarcal en las relaciones familiares. En palabras de Federico Engels: 

“El paso a la propiedad privada completa se realizó poco a poco, paralelamente al tránsito desde el matrimonio sindiasmico a la monogamia. La familia individual empezó a convertirse en la unidad económica de la sociedad” (Engels, 2006:177). 

Esto me llevó a realizar la acción MADRE (2019), una procesión que insiste en denunciar que el día de las madres, no es más que un hito creado por el capital utilizando la misma categoría que el patriarcado les ha relegado, ser madres, poniéndolas en una situación desigual. Según afirma la historiadora María Paz Fernández Smits “(…) el que está más “arriba” es el que utiliza la fuerza, ya sea física, psicológica o de cualquier tipo, para imponerse sobre el otro. La violencia psicológica, a diferencia de la física, no deja marcas evidentes en el cuerpo de la víctima. Sin embargo, es un tipo de abuso muy frecuente y no menos grave que los golpes” (Fernández Smits en: Amor A palos, 2011). En este sentido, la violencia intrafamiliar se ha visto naturalizada en la base de la familia heterosexual donde “es más probable que una persona sea asesinada, atacada físicamente, golpeada, abofeteada o azotada en su propio hogar, por otro miembro de la familia que en cualquier otro lugar o por cualquier otra persona en nuestra sociedad” (Ocampo Otalvaro, Amar Amar, Violencia en la pareja, las caras del fenómeno,2011:112).

De acuerdo a estas opresiones y silencios, junto a Rayén Gabrielle, realizamos aquella procesión como dos madres, de ropas domésticas, zapatos plásticos y una casa en los hombros con la frase: “Jaula”, evidenciando las discordancias entre lo público y lo privado, donde muchas mujeres se encuentran encerradas en sus casas, producto de la posesión, los celos, la subsistencia económica o por amor romántico, donde las relaciones de poder se viven a puertas cerradas. En ese sentido, sería interesante preguntarse si las relación de las mujeres con su condición de madre es autónoma o condicionada por una sociedad que encubre violencias donde no todas optaron por serlo libremente.  

El día de la madre se ha vuelto una celebración donde, hijos y padres ritualizan el recordar una vez a sus madres o esposas, algunas abandonadas por sus hijos, y otras que año tras año son violentadas por sus cónyuges o convivientes, llegando hasta el femicidio. MADRE fue un acto ritual que nos llevó al cerro San Cristóbal, hasta llegar a los pies de la virgen de la concepción para derramar agua teñida de rojo como símbolo de las mujeres asesinadas históricamente en Chile a manos del patriarcado y la institución del matrimonio, que instauro el estado y la iglesia católica desde la concepción del Estado Nación, Estado que es cómplice silencioso. Solo en el 2019 se confirmaron 46 víctimas de femicidio y en el 2020, hasta la fecha, se han notificado 14 femicidios. Según el Sernameg, una mujer se demora hasta siete años en denunciar a su agresor, esto nos lleva a preguntarnos ¿Por qué la cultura patriarcal sigue perpetuando asesinatos, teniendo un ministerio de la mujer?, ¿Por qué seguimos asociando la figura materna igual a sacrificio?, ¿son las mujeres contemporáneas independientes completamente?, ¿Cómo podemos erradicar la violencia internalizada de los hogares?. Dicha acción prefiere abrir preguntas sobre la madre, no dar respuestas, ni celebrar un rol que a muchas mujeres les ha costado la vida.

La Invitación:

Fotografía por Andrés Valenzuela

Dimarco Carrasco

Nacido en la ciudad de Calama, estudió Licenciatura en educación con mención en Historia y geografia (UPV). Posteriormente realizó un Magister en artes visuales con mención en teoría e historia del arte, ha trabajado como director del archivo/centro de documentación profesor Luis Gauthier del movimiento por la diversidad sexual (MUMS), además fue editor en Siempreviva ediciones, y se ha dedicado a la investigación en derechos humanos de la diversidad sexual, memoria y artes visuales. Actualmente acciona desde el colectivo de arte Cultura Errática y se desempeña como crítico cultural y conferencista en charlas, conversatorios sobre historia y sexualidades críticas.

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