La muerte tiene aroma y color. Reflexiones sobre la obra de video-performance “Memorial” de Cheril Linett. Por Sofía Soto Cáceres

La muerte tiene aroma y color

Reflexiones sobre la obra de video-performance “Memorial” de Cheril Linett

Por Sofía Soto Cáceres

“…No quiero
que mis muertos descansen en paz
tienen la obligación
de estar presentes,
vivientes en cada flor que me robo
a escondidas
al filo de la medianoche
cuando los vivos al borde del insomnio
juegan a los dados
y enhebran su amargura…”

La Colorina, 2 de noviembre [extracto]

A modo de procesión se disponen 24 cuerpxs en un terreno vasto, seco, despellejado, portan cruces a modo de ritual hacia la muerte, el sonido del viento y el agua acompañan la procesión, y el silencio, hace de fondo en el camino, dando voz a las que ya no están.

Los planos generales protagonizan gran parte de la obra, intentando vislumbrar la bandada de aves que recorren – color agua – ha vuelo y paso firme hacia algún lugar, a poner la frente y la mirada escondida, para instalar sus cuerpos creando un gran cuerpo. Dejan flotar su cuerpo y también su alma.

Son cuerpos sin rostro, son todo y nada a la vez. Se entregan al recuerdo de finas letras dibujadas en madera, tantas almas arrebatadas, la ciudad también las sigue y paso a paso inscriben el horror y la rabia en la tierra y el agua. Los cuerpos de las que ya no están se reflejan en esas cruces y vuelven a la vida para hacerse parte de la performance, para participar de este encuentro.

¿Cómo podemos componer la imagen de la muerte?, ¿Cómo un cuerpo vivo se hace carne en la muerte misma, la vida arrebatada? ¿Qué aroma tiene? ¿Qué color? ¿A que sabe? ¿Como se hacen parte nuestras compañeras de estas muertes?

La velocidad en la que se componen las imágenes dista mucho de la velocidad de la muerte que imaginamos, la velocidad con que un hombre se atreve a quitar la vida de una mujer, a la que le quita el nombre, su historia. Es aquí donde “Memorial” lo recupera, lo instala, lo entierra, para que vuelva a crecer, para que germine como semilla. Es un recorrido lento, calmo, que nos lleva a una sensación de dulzor amargo, de calma en el horror. La calma de saber que en el momento en que nos quiten el aliento, nuestros nombres serán recuperados y sembrados para brotar en otras que van a quedar luchando en el lugar de nosotras. De esta forma, la performance toma protagonismo como una especie de ritual que permite sacar la voz, la rabia, poner el cuerpo y hacer un llamado ferviente para exigir justicia, pues tal como señala la directora de la obra Cheril Linett en el reportaje “The Rapist is You’: Inside Chile’s Feminist Uprising That’s Gone Global” (2020), la performance  “Memorial” no se presenta como una conmemoración sino que “es como un recordatorio y un compromiso con las víctimas”. De esta forma, a través de este ritual performático, se presenta la memoria como una exigencia de justicia, un recordatorio de que estamos aquí, están nuestras cuerpas rebeldes presentes para decir una y otra vez los nombres de las que ya no están, de las que nos ha arrebatado el patriarcado, el amor romántico y heterosexual.

Memorial, por lo tanto, se presenta como una instancia de recordatorio y exigencia de justicia por parte de las que quedamos de pie, de las que seguimos resistiendo. No vamos a llorar a las víctimas, vamos a recordar cada vez que podamos su nombre, vamos a construir memoria feminista no solo con las teóricas y las activistas que siguen vivas, sino que también con las muertas. El feminicidio no hará que dejemos de existir, sino que hará que el movimiento se sienta más vivo que nunca, porque en el fondo, tal como señala la directora tanto en la entrevista como en lo que puede observarse en la composición de la obra, lo único que nos deja estas muertes, es rabia, dolor y deseos de quemarlo todo, de escribir en una cruz que quien fue asesinada tenía nombre, rostro, que pertenecía a un territorio.

Por otro lado, hay una gran preocupación en la obra por la creación de figuras y coreografías dentro de planos generales que permiten al observador poner énfasis, no tanto en cada una de las performer o en los nombres de cada una de las victimas que rememora la obra, sino que en la observación de la violencia patriarcal estructural, no como la suma de todas las muertes, sino que la muerte misma haciendo parte en este gran cuerpo que danza formado a partir del rol de cada una de las performer en la escena. La obra entonces, lucha contra el olvido, contra las políticas estatales del olvido, que nos convierte en cifras, en números, en estadística, nos borra y nos sepulta para nunca volver a alzar la voz y pasar a ser parte de los ajustes gubernamentales para que un pobre ministerio de la mujer “mejore las cifras”.

Aquí se presenta, por lo tanto, el cuerpo vivo, que construye un “saber – cuerpo” (Rolnik, 2019) referente a la muerte, compone imágenes que construyen nuevos afectos referentes a esta, y la desarma para rememorar, para construir un memorial, sin embargo, a diferencia de los memoriales tradicionales, este es un memorial andante, un memorial de carne, que al son del agua, la tierra, el aire y el viento, se expande y contrae para volver a la tierra. La muerte aquí por lo tanto se presenta calma, pero dolorosa, con un dolor que construye, que queda, un dolor que se contrapone a la muerte negra, sin miedo al olvido, pues los nombres quedan y los cuerpos presentes en la obra los traen a la vida nuevamente. De esta forma vemos como se contraponen en una misma obra, vida y muerte, que como dos históricos antagónicos logran pertenecer a un cuerpo danzante que fluye tal agua a través de la narrativa del video. Vida y muerte, memoria y justicia, son conceptos que atraviesan la obra y le otorgan solidez a la hora de vivir la experiencia de observarla.

De esta forma se puede concluir que, la muerte feminicida y el asesinato patriarcal, son una constante en la vida de las mujeres y de las cuerpas feminizadas, travestis, y cuerpas que no encajan en el binario heteropatriarcal, sin embargo, podemos observar que, a través de la performance, esta muerte puede se recordada, puede ser fijada, traspasa geopolíticamente los territorios, atraviesa la web y permanece eterna para nunca ser olvidada. La obra entonces construye a través de colores, imágenes, planos, escenas, cuerpos, carne viva, una memoria y un recordatorio en movimiento que visibiliza los nombres de las que ya no están. Permite que sigan vivas en el quehacer artístico político y que la rabia sea constructiva de esta obra, que atraviesa la fibra, toca el cuerpo, y nunca nos permitirá olvidar a las que ya no están. Es la muerte viva haciéndose cuerpo.

Sofía Soto Cáceres

Licenciada en Sociología, integrante del Núcleo de Sociología del Arte de la Universidad de Chile a cargo de Marisol Facuse, investigadora y experimentadora del arte de la performance y el movimiento, además de participar varios años de clases, prácticas y obras de danza contemporánea y experimentación performática en espacios autogestionados e independientes.

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