Estéticas de la posdemocracia: estrategias para leer e intervenir el presente / Gerald Basualto sobre la publicación de Rudy Pradenas y Débora Fernández

Reseña
Estéticas de la posdemocracia (2022)
Colección Artefactos
Rudy Pradenas - Débora Fernández Cárcamo

Autor: Gerald Basualto López
Hispanic Studies Department.
University of California, Riverside.

Estéticas de la posdemocracia: estrategias para leer e intervenir el presente

Para nadie es una sorpresa a estas alturas que los últimos tres años han significado, en el plano político y social chileno, un tiempo de radical cuestionamiento y conflicto con el marco de ordenación institucional y significante que ha dado forma al país desde 1973. La revuelta comenzada el 18 de octubre del 2019, inaugura con su potencia disruptiva un nuevo momento en la política del territorio. Intensificando y generalizando algunas perspectivas críticas que sus vastos antecedentes, relacionados -entre otros- a las coordenadas que la movilización feminista, estudiantil, obrera e indígena, habían puesto ya en circulación con antelación; a la vez que puso en juego organizaciones y modos de la crítica y de la experiencia completamente ajenos a los parámetros existentes. Es en este contexto donde Estéticas de la posdemocracia (2022) de Rudy Pradenas y Débora Fernández hace su contribución. Tramando, por un lado, un dispositivo categorial para hacer legible el marco de comprensión de la realidad en funcionamiento, al tiempo que despliega una cartografía de las fracturas y movilizaciones significantes que intentan, desde distintas prácticas estéticas, erosionar las estructuras del orden neoliberal chileno.

Me gustaría insistir en estas páginas, más que en un comentario detallado de cada sección, en resaltar ciertas consideraciones y gestos escriturales donde veo la singularidad y potencia de la propuesta general del libro. Haciendo del mismo, no uno que mira y reflexiona con melancolía sobre la experiencia del octubre chileno y lo que pudo haber sido, sino uno que manifiesta, a pesar de la aparente derrota, una apertura crítica vigente que escapa a cualquier cláusula o muerte impuesta. Para hacer plausible esto, retomaré entonces tres conceptos gravitantes con los cuales el lector se encontrará en el escrito: Posdemocracia, Revuelta y Estética(s).

Cheril Linett, Orden y patria, 2019, Registro fotográfico de Paulina Arancibia.

Habría que decir, en principio, que en la perspectiva de l*s autor*s el territorio chileno se ha estado organizando -durante los últimos 50 años- bajo un régimen posdemocrático. Este más que ser la perspectiva de una democracia decadente o en crisis, se presenta como una forma de administración gubernamental que conscientemente se aboca en resguardar las necesidades de acumulación del capital. Como tal, la lógica posdemocrática de gobierno funciona siguiendo el camino trazado por la dictadura. Actualizando y perfeccionando sus mecanismos de acumulación y su horizonte histórico, junto con asegurar el control de la población a través de su atomización y el desdibujamiento del plano colectivo como lugar de encuentro y discusión. Logrando, entre otras cosas, que las distancias que separaban al ciudadano del consumidor desaparezcan, dando paso a la disposición de este último, y a su deseo por afirmar su capacidad privada de adquisición, como fundamento de la vida en común. Al hacer visible este marco de ordenación y significación, lo que se desarrolla son dos líneas de argumentación fundamentales: por una parte, se constata un cambio en el sistema de organización política y social del territorio, comenzado en el periodo dictatorial y reforzado por la transición, donde lo económico y lo político se implican mutuamente en función de las necesidades de la producción del modelo neoliberal en Chile. Por otra, y en consecuencia -en parte- al punto previo, se construye una argumentación con un cargado énfasis en sospechar y cuestionar la posibilidad de resolución de los conflictos y necesidades de la comunidad, a través de las actuales condiciones estructurales dispuestas para ello. Insistiendo en cómo la lógica del consenso llevada a cabo a partir del retorno a la democracia funcionó como método de fortalecimiento de la explotación y desigualdad generalizada; o cómo este mismo enfoque avanzó (y avanza), llevando a cabo una guerra contra los pobres en nombre de la pacificación del territorio y la eliminación de cualquier tipo de resistencia a las necesidades del capital, las reflexiones de Rudy y Débora buscan sostener la posibilidad de otra(s) política(s) posible(s), la cual no tribute con las coordenada y lógicas neoliberales, sino que se abra a la problematización de sus formas y fundamentos en miras de otras experiencias posibles de lo común. De allí que posdemocracia no nombre la muerte el agotamiento de la democracia, sino la neutralización de su potencia y la necesidad de disputar su sentido, en la búsqueda de la afirmación de su fuerza igualitaria, múltiple, mutante y anárquica. Tal como nos lo comentan l*s autor*s, en un diálogo con las reflexiones de Jean-Luc Nancy, “(…) la política democrática resiste a la representación, incluso resiste la figuración de sí misma como verdad o como destino de la comunidad” y permite así “la proliferación de figuras afirmadas, inventadas, creadas, imaginadas” (Nancy), que exceden los marcos de la representación hegemónica y el reparto policial de la comunidad (pág. 72). Dos cuestiones nombra entonces posdemocracia: tanto la articulación del orden como la necesidad de su disputa y cuestionamiento.

Ahora bien, si como veíamos el orden de la posdemocracia comporta la normalización y aceptación irrestricta de las lógicas sociales, productivas y políticas del neoliberalismo, la revuelta aparece justamente como el rechazo generalizado a su organización de la vida. Lo que nombra la revuelta entonces, en su dimensión más inmediata pero a su vez más profunda y fundamental, es la disputa generalizada por el proyecto histórico, social y político de la nación, dando lugar al desarrollo de múltiples prácticas de remoción y desactivación del sentido común neoliberal y su normalidad-normatividad. Haciendo posible, aunque sea por un lapso, que el deseo y la experimentación de otras formas de la existencia colectiva transitaran libremente por las calles, tramando complicidades y afectos de lo común impensados bajo la racionalidad impuesta. Siguiendo la lógica argumental que ya aparece en el concepto de posdemocracia, Rudy y Débora insisten en pensar en una perspectiva donde lo que se busca no es una oposición dentro de los marcos reguladores del orden neoliberal, sino que la disputa del mismo marco. De tal manera, la revuelta signa un conflicto radical por el sentido y los modos de lo político, desbordando la normalidad impuesta y erosionando su naturalidad a través de la diseminación de otras significaciones, experiencias, vocabularios y corporalidades posibles, las cuales develan y denuncian la fundamental no coincidencia entre los datos y mediciones económicas y la materialidad de la existencia compartida por la gran mayoría de la población. El deseo por conjurar las fuerzas de lo diverso que la revuelta pone en juego, reterritorializando sus disposiciones a las lógicas del poder, es donde el orden institucional muestra su temple y las limitaciones de su política. Haciendo de la clausura la única posibilidad para el poder y la búsqueda de una dignidad colectiva, su desenmascaramiento y el germen de su oposición radical.

Gabriel Tagle, CSHILE. Humo y terror, 2019.
Gabriel Tagle, CSHILE. Humo y terror, 2019.

La desactivación de las políticas del consenso y de las normativas del poder trajo consigo, al tiempo que la ocupación de las calles por la masa de cuerpos desobedientes y excluidos, el despliegue de las mecánicas de pacificación del poder. La declaración de guerra manifestada por Piñera dejó en claro cuales eran los intereses a defender y que la categoría del enemigo, junto a la violencia con la que se le combate, podría activarse ante cualquier tipo de cuestionamiento, haciendo de la pacificación el ejercicio irrestricto de la guerra y la violencia contra la población civil. La vehemente represión que se dejó sentir por parte de las fuerzas policiales y militares -teniendo a su haber más de 10 mil denuncias por casos de violaciones a los derechos humanos, más de 400 mutilados y al menos una treintena de muertos-, evidencia para Fernández y Pradenas no solo la fuerza de su accionar físico, sino también su compleja dimensión estética y discursiva. Aquí, el dispositivo massmediatico cumple una función nodal en tanto que opera, por un lado, como mecanismo de propaganda, propagación y visibilización del castigo posible para quienes se movilicen en contra del orden; y por otro, en tanto que configura una narrativa sobre la irracionalidad de la revuelta, su actuar vandálico, y los peligros que esta conlleva para la nación. De tal forma, lo que nos encontramos es la articulación de una narrativa hegemónica donde, en el ensamblaje de imágenes y discursos, se efectúa una retórica del miedo y del mantenimiento del orden a través suyo, lo cual enlaza el régimen posdemocrático a las prácticas de coerción efectuadas por la dictadura. A diferencia de esta última, ahora la violencia policial se dispone conscientemente a su captura y circulación visual, en tanto que actúa como medio de difusión y comprensión de los riesgos de su enfrentamiento, pero el control a través del miedo sigue siendo su estructura fundamental. Una cuestión que aparece aquí es el lugar que ocupan de las imágenes al momento de elaborar narrativas sobre la experiencia. Siguiendo las reflexiones de Jacques Rancière, lo que se hace plausible para l*s autor*s es que “las imagenes no son representaciones secundarias respecto de la verdad del acontecimiento, sino que constituyen un elemento fundamental de su producción y la lucha por determinar su sentido” (p.61). Esto implicaría comprender que las imágenes participan afirmativamente en la producción de sentido, componiendo, junto a la escritura y la palabra, una trama de significación que da lugar, en su encuentro, al sentido de la experiencia. De esta manera, las imágenes no representan sino que significan, producen y reproducen, agencian modos de aprehensión de la experiencia que tienen la capacidad de generar modalidades de habitar, comprender y, en algunas ocasiones, controlar la misma. Más fundamentalmente, lo que se deja entrever es que las significaciones de la experiencia no son algo dado, sino que son resultado de ensamblajes de lo sensible que, anclados en relaciones de poder, organizan finalmente el mundo y sus disposiciones. Es en esta comprensión donde se fragua la potencia de una problematización estética, en tanto que haría posible pensar una crítica de la unicidad de la experiencia (y con ello al esencialismo ontológico), entendida como ordenación de lo sensible, que se desprenda de una discusión por una comprensión exclusiva y excluyente de aquella (a la manera que lo hace la posdemocracia), para abrirse hacia una multiplicidad de montajes donde se pongan en juego otros afectos y deseos posibles. Si a esto sumamos la “accidental” tendencia de la violencia policial a atacar la visión de lxs manifestantes y así interrumpir y atrofiar sus modos de relación sensible con el mundo, lo que se devela es toda una compleja trama donde el terror estatal interviene y utiliza las distintas dimensiones de la estética para sus necesidades, produciendo lo que lxs autores denominan un mecanismo del terror estético (p.21). Todo esto, hace de la pregunta y la problematización desde la(s) estética(s) un lugar fundamental para la confrontación e intervención del poder.

Vee Bravo, Primera, 2021.

Recapitulemos. Decíamos en un principio que posdemocracia nombra el orden del poder, anclado este a distintas prácticas que resguardan y aseguran las lógicas de acumulación de carácter neoliberal en el territorio chileno. En términos subjetivos, estas prácticas se organizan a través del terror estético, el cual funciona como forma de ordenación sensible del mundo (por lo tanto, de sus corporalidades, deseos, sentires y sus narrativas admitidas), el cual se despliega utilizando el miedo y la violencia como sus métodos fundamental de control. Contra toda esta maquinaria del terror ejecutada por el estado y su normalidad-normatividad, la revuelta aparece como el momento de la suspensión y fractura -momentánea- de su ley, posibilitando territorios sensibles donde la crítica pueda habitar el espacio público y urdir problematizaciones sobre el fundamento mismo del orden. En este contexto, Débora y Rudy detectan el desarrollo de distintas expresiones artísticas que, utilizando la fractura del orden como telón de fondo, develan las tramas significantes del poder y su violencia, al tiempo que ejecutan formas alternas de significación y ordenación de lo sensible. Y es que, tal como ya adelantábamos, la estética aparece como un lugar crucial para la crítica, en tanto que permite su elaboración como tal en contra del fundamento de la ordenación del mundo neoliberal, haciéndolo legible, y al mismo tiempo, habilita la conjugación de otro tipo de ensamblajes de lo sensible que no tributen con las coordenadas del poder. En este punto l*s autor*s avanzan desplegando una curatoría-cartografía que avanza destacando la crítica postfeminista llevada a cabo por Cheril Linett y el proyecto Yeguada latinoamericana, el trabajo fílmico de Vee Bravo y las instalaciones de Gabriel Tagle. A través de ellos, lo que se observa es la potencia de la multiplicidad de la crítica y sus avatares, los cuales avanzan más allá de cualquier clausura impuesta por el poder a la imaginación política, fisurando el orden terrorista neoliberal a través del desocultamiento de sus violencia estructurante, anclada y ejercida en los cuerpos, mientras despliegan otras modalidades de la historia y la memoria, las corporalidades, sus funciones y afectos. Con ello, lo que se produce es una compleja resistencia estético-política que, tal y como nos lo comentan l*s autor*s “nos permite analizar y comprender la nueva forma de la violencia policial en el régimen de la posdemocracia” (p.26) y, al mismo tiempo, “darle cuerpo a la distancia crítica con el objeto que poner en vilo el orden hegemónico de la representación a través de la creación de signos” (P.44).

Si bien el trabajo escritural de Pradenas y Fernández fue llevado a cabo entre la revuelta y la víspera de las votaciones de la nueva carta magna, siendo imposible ver cómo aquellos resultados podrían haber impactado (o no) en su escritura, es claro que esto no detiene en ningún sentido su potencia crítica. En tanto el texto comprende que los tiempos y necesidades del poder (como los que aparecen con su acuerdo por la paz), no se condicen con los de la crítica y las experiencias abiertas al calor de la revuelta. Siendo así, el texto avanza tramando una modalidad estético-política de la crítica aún abierta, de largo aliento y conformaciones múltiples, la cual se sobrepone tanto al deseo de su consumación institucional -dentro del marco de la democracia de los consensos neoliberal- como a las narrativas de una épica en su nombre. Y nos llama a seguir tramando y confabulando caminos colectivos hacia la democracia y su dignidad, tanto colectiva como radical.

Débora Fernández Cárcamo

Licenciada en Educación y Pedagogía en Filosofía por la UMCE, estudiante del PhD Teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, becaria ANID e investigadora asociada a un FONDECYT Regular sobre el pensamiento de Gilles Deleuze. Coordinadora del Área Género & Subjetividades Trans de ONG CERES y miembro de la Red de Filósofas Feministas de Chile. Ha participado en colectivos con perspectiva de derechos LGBTIQ+ y en grupos de investigación transdisciplinares como Diagrama (2012-18) y el Núcleo de Teoría de las Multiplicidades (2016- 19). Es editora del libro digital Hebras. Escenas, Performatividades y Escrituras (2018) y autora de varios artículos, entrevistas, traducciones y columnas, en torno a temáticas del activismo trans*, feminismos, psicoanálisis, teoría crítica, filosofía, estética, derechos humanos y educación.

Rudy Iván Pradenas

Licenciado en Bellas Artes y Magíster en Estudios Culturales por la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Doctor en Filosofía de la Universidad Diego Portales (Chile) y la Universidad de Leiden (Holanda). Actualmente es también candidato a Doctorado en Lenguas Romance y Literaturas de la Universidad de Michigan (EE.UU.). Miembro fundador del Núcleo de Investigación en Estética, Política y Culturas Contemporáneas (EPCC). Es coautor del libro Anarcografías del cuerpo. Performances de Cheril Linett (2015- 2021), publicado en Santiago de Chile por Trio Editorial en 2021. Junto a Devora Fernández es también autor del libro Estéticas de la Posdemocracia. Notas sobre arte y terror de Estado a partir de la revuelta Chilena, publicado en 2022 por Editorial Escaparate en Santiago de Chile y es cotraductor del libro Kant tardío. Hacia otra ley de la Tierra de Peter Fenves, a ser publicado en 2023 por Editorial Palinodia en Santiago de Chile.

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